Las empresas hacen todo por ser altamente productivas y cada día más eficientes. Esto no solo ha llevado a procesos de re-ingeniería intensos si no a la sofisticación del negocio, incluyendo a la operación sistemas de información, maquinaria con tecnología de punta y una gerencia más estratégica y con visión globalizada.
Por otra parte, están aquellas que hacen cuantiosas inversiones en mercadeo y gestión comercial para lograr posicionarse en el mercado. Todo esto está muy bien, pero algunas por más que se esfuerzan no logran la plenitud en cuanto a productividad se refiere.
La productividad en la organización está muy asociada al clima laboral (Bracanto & Juri, 2018) ya que más allá de condiciones óptimas laborales, de salario, entre otras, finalmente las relaciones interpersonales y la organización informal son las que determinan la intención y disposición con las que cada persona actúa y se comporta en su entorno.
¿Pero qué hay detrás de un buen clima laboral? ¿Por qué hay ciertos comportamientos “tóxicos” entre algunos miembros de los equipos? Para esto tendría que revisarse más a nivel individual el comportamiento y tratar de revisar que es lo que realmente motiva a cada persona.
El virus de la actitud como es conocido este “síndrome” describe cómo los comportamientos de ciertos individuos son los que determinan patrones de conducta muchas veces que acaban con el buen clima laboral. Identificarlos y tratarlos es una buena manera de iniciar y no necesariamente con métodos coercitivos sino también mecanismos conciliadores y de coaching porque muchas veces es a través de procesos de acompañamiento integrales que se logra revelar un potencial valioso de ese colaborador “conflictivo” y podríamos convertirlos fácilmente en influenciadores y replicadores de buenas prácticas en la organización.
Es así como la actitud frente al trabajo, la disposición natural de reaccionar o afrontar tareas es algo a lo que hay que prestarle bastante atención, incluso analizarlo desde el mismo proceso de reclutamiento y selección. Una buena actitud es más valioso que unos cuantos títulos académicos, un colaborador proactivo y dispuesto es más beneficioso en la medida que tendrá la actitud necesaria para afrontar retos.
La aptitud puede alcanzarse con trabajo y acompañamiento, la mala actitud puede ser un peligro que habita en las organizaciones y de manera silenciosa va destruyendo. Es tarea de todos detectarla a tiempo y tomar medidas al respecto, tanto preventivas como reparativas.
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