Hace décadas atrás pensar en educación virtual era hablar de utopías o en actividades quizá impensables, hasta que se hizo realidad y sólo algunas instituciones se dieron a la tarea de implementarlo. La educación virtual avanzó, pero quizá no logró permear tanto como se esperaba en su momento. Pero ante la evidente situación nos dimos cuenta que más que una necesidad, es prácticamente una obligatoriedad para la sociedad actual.
Si bien es comprensible que no todo se podrá virtualizar, por lo menos si debemos migrar más hacia la semipresencialidad, y es que no es descabellado pensar que además de estudiar, la gente espera interactuar y enriquecerse en otros espacios diferentes a un aula universitaria.
Ahora bien, esto mismo le ha pasado al sector laboral, pero antes me quiero remontar a la década de los 70 en Estados Unidos, cuando el físico Jack Nilles buscando mejorar la eficiencia de sus recursos, se planteó llevar el trabajo al trabajador y no al contrario, a esto le llamó “Telecommuniting“. Este es tal vez uno de los inicios de lo que hoy conocemos como Teletrabajo, pero lastimosamente para la época de Nilles, la tecnología no fue su mejor aliado.
¿Pero qué pasa en la actualidad? esta vez sí contamos con buena tecnología, pero pocas empresas se atrevían a dar el paso al trabajo por fuera de la oficina tradicional. Entonces se vino lo que ya todos conocemos, la obligatoriedad de teletrabajar y con ello descubrir que se podía seguir siendo productivos.
Esta columna no la quiero centrar ahí, porque es bien sabido que se puede, ahora lo que sigue es ¿cómo vamos a lograr que esto sea parte de una cultura organizacional en el país? Es muy sencillo, primero hay que entender que el trabajo es más que la misma producción en sí, es una relación social que se construye y a partir de ahí un ambiente que enriquece al colaborador (en el mejor de los casos).
Esto es lógico, somos seres sociables por naturaleza, y al trabajo no solo se va a producir, sino a hacer amigos o hacer buenas relaciones con compañeros, a socializar, o como lo quiera llamar.
¿Entonces que deberían hacer muchas empresas? ¿seguimos o paramos el teletrabajo? con la reactivación económica y regreso a una leve normalidad es posible que directivas y las áreas de recursos humanos estén en este debate, pero quisiera dejar estas recomendaciones de por qué se debería alternar la presencialidad en las empresas:
1. Las relaciones laborales (en oficina) fortalecen el sentido de pertenencia y generan ambientes agradables (en el mejor de los casos) que complementan la actividad diaria.
2. Tener modalidad de trabajo semipresencial, permite a las personas alternar su lugar de trabajo y “oxigenar” la relación laboral reduciendo indicadores de ausentismo, síndrome de burnout, entre otros.
3. La semipresencialidad aporta a la integralidad del desarrollo del ser humano: trabaja, pero comparte con familia y fomenta la creatividad. ¡Es más! cumple con los 5 pilares de la pirámide de Maslow (cubre necesidades fisiológicas, de seguridad, afiliación, reconocimiento y autorrealización).
4. La semipresencialidad reduce costos de operación para la empresa y se fomenta más el uso de las TIC, ayudando al proceso de transformación digital.
5. La semipresencilidad fortalece lasos y sentido de pertenencia con la empresa.
Hoy directivos asumen un gran desafío a sus modelos gerenciales, no solo por la producción y comercialización de sus productos y servicios, sino por su talento humano y creo que ahí se puede acabar con mitos y falsas creencias en términos de productividad.
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